¿Votaré por Petro movido por el resentimiento?


Por: Diego Andrés Montoya Calle*
Me disculparán los amigos politólogos la pérdida de las formas, pero es que también podemos denunciar, criticar y sentir como ciudadanos del común.

“Es que ustedes los de izquierda son unos resentidos”, me dijo una amiga hace muy poco; apunté inmediatamente a decirle que quizá sería un “conformista” en Alemania o en Noruega donde los debates que se dan actualmente giran en torno a cómo repartir o distribuir su riqueza a los extranjeros que provienen de Oriente Próximo, es decir, dar de lo que sobra a desconocidos, cuando acá en Colombia aún no nos ponemos de acuerdo en cómo hacerlo con nuestros propios compatriotas, en razón de que todo está en manos de un puñado de ricos. Y es que hasta Uribe, Duque y Lleras serían de izquierda, resentidos y emputados, o “indiada andrajosa” -como se nos considera a veces- si como la mayoría de los colombianos les hubiera tocado vivir y andar la calle.

La conexión de Gustavo Petro con las necesidades del pueblo no es gratis, responde a un colombiano que culminó sus estudios con esfuerzo, un líder hecho a pulso, independiente. Sus años de lucha, el trabajo comunitario,  su aporte en la constituyente, las denuncias valientes en el Senado incluyendo la que hizo a los hermanos Moreno que militaban en su mismo partido, y su gestión como Alcalde entorpecida por los medios de comunicación y poderosos en Bogotá, le dotaron de conocimiento para saber qué necesita la gente de a pie. Eso lo muestra el multitudinario apoyo popular en la plaza pública en este país en el que se le perdona todo a todos: a corruptos, a violadores, a sicarios, a paramilitares… pero nunca hay perdón para un “izquierdoso resentido”.

En otra ocasión me dijo otra amiga que no le gustaba Petro por “la manera o forma de hablar”; pensé que Pastrana, Uribe y Santos ganaron el primero, por bonito; el segundo, por su hablado afectuoso y paternal, y el tercero ganó aunque no dominaba bien las artes liberales de la elocuencia; y sin embargo los tres y otros tantos de derecha nos tuvieron y nos tienen comiendo literal mierda.

Las razones para escoger un candidato deben radicar en sus propuestas. Me pregunto, ¿cuántos colombianos conocieron el programa de gobierno de cada candidato? (https://www.publimetro.co/co/noticias/2018/03/20/propuestas-candidatos-presidente-colombia-2018.html), ¿cuántos colombianos conocen las propuestas de Petro que claramente son las más ambiciosas y coherentes que candidato alguno se haya atrevido a proponer desde los tiempos de Gaitán?

Yo me atrevería a decir que lo nuestro no es resentimiento sino una actitud endurecida por la experiencia de resistir los embates del establecimiento y de los poderosos de este país, además de una actitud de orgullo por sacar a la izquierda de su largo letargo, pues ahora su movimiento apunta a lo que hace la izquierda aquí y en la lejana China: enarbolar las banderas de los menos favorecidos o “sumergidos” de las sociedades. Eso no es pedantería, ni arrogancia o resentimiento, sino una férrea convicción y una lucha decidida por la dignidad de la gente excluida históricamente del reparto justo de la riqueza nacional.

Y es que a mí, como a usted, no me gusta salir a la calle a respirar humo de carro con material particulado y altamente cancerígeno (http://www.elcolombiano.com/antioquia/particula-en-el-aire-del-aburra-es-53-4-cancerigena-YM6482111); nos da tristeza ver campesinos desposeídos y niños indígenas desprotegidos en las esquinas, y odiamos quedarnos tres o cuatro horas en una sala de urgencias; nos afectan los contratos mal pagos de tres y cuatro meses, sin recargos, sin horas extras y sin vacaciones remuneradas; y muchísimo menos nos agrada la perspectiva oscura de no poder pensionarnos; eso no gusta ni en Colombia ni en Alemania.

Lo cierto es que las élites políticas y económicas tradicionales nos han mentido convenciéndonos de  que las cosas son así porque es natural que sean así, pero la verdad todo esto pasa por decisiones políticas materializadas en leyes, acuerdos o decretos, impulsadas por esos hombres y mujeres que a la hora de ganar votos te dicen que están contigo.

Colombia es un país rico en todo. Cuando chico no comprendía qué era ser ricos, pues no percibía mi situación como la de un rico. Ahora sé que siempre hemos sido potencia por nuestra biodiversidad, multietnicidad y pluriculturalidad, con pleno derecho a ser ciudadanos de primer mundo, pero siempre ha sido un ideal postergado: lo que ha ocurrido es que no ha habido una ética del bienestar para todos y nuestros gobernantes siempre han eludido su responsabilidad de servidores públicos; el segmento de población sumergida es vergonzante por negligencia del estado de brindar protección social, y el líder de cada época que conoce esto y quiere cambiarlo resulta inmolado o asesinado.

Fue Zygmunt  Bauman,  a propósito de la violencia nazi en la Segunda Guerra Mundial y su perfecta máquina de aniquilación masiva, quien se refirió a la pérdida de los resortes humanos; es decir: de las consideraciones éticas, de la empatía y las barreras morales, debido a la ausencia de voluntades y a la falta de decisión de la gente.

Si la Colombia Humana de Petro no logra instalarnos en ese “primer mundo”, si no logra que el estado pueda subsidiar la compra de vehículos eléctricos para dejar de llenar mis pulmones de hollín, si no logra quitar la intermediación de las EPS del sistema de salud o brindarnos plena soberanía sobre lo que comemos promoviendo que el campesino regrese al campo; si todo esto parece imposible pues, como dicen sus detractores, carece de “realismo político”, por lo menos y siguiendo en la misma línea de Bauman, no quiero faltar a mi deseo de voluntad y decisión. Colombia debe recuperar los hilos que nos atan a lo humano y esta es la oportunidad: hagamos época, movilicemos nuestras voluntades. Esto no es falta de realismo; simplemente el camino es largo y es la hora de empezar.

*Politólogo Universidad de Antioquia. Docente IUE. @diegomontoyac1