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Medios, heurísticas y participación política

Psicología del elector y heurísticas.

“Si todo el mundo siempre miente, la consecuencia no es que creas las mentiras, sino más bien que ya nadie cree nada”.
Hannah Arendt

En el año 2002, el psicólogo de origen israelí Daniel Kanheman ganó el Premio Nobel de economía por los trabajos, con su colega Amos Tversky, sobre los sesgos cognitivos en decisiones cotidianas, integrando aspectos de la investigación psicológica con la ciencia económica. Su trabajo planteó el término “heurísticas” para develar los atajos mentales que tomamos los seres humanos a la hora de elegir entre una opción u otra, siendo la participación política una de esas elecciones. De modo que si estos atajos nos llevan a conclusiones equivocadas y sistemáticas, podemos caer políticamente en un círculo vicioso de manipulación o apatía electoral.

Las heurísticas son caminos simples y eficientes que solemos usar para formarnos juicios y tomar decisiones. Estos atajos mentales tienen, necesariamente, la virtud y el defecto de enfocarnos en un aspecto del problema para ignorar otros aspectos y actuar rápidamente. Usualmente, estos atajos suelen funcionar bien en decisiones cotidianas, pero es bien sabido que conducen a la desviación sistemática de la lógica, la probabilidad y la elección racional. Los errores resultantes se conocen habitualmente como sesgos cognitivos, y son estudiados por la ciencias de la información y utilizados también por la propaganda electoral y el marketing político.

Kahneman plantea que existen dos tipos de pensamientos, cuya división es eminentemente metodológica: pensamiento rápido, que funciona con heurísticas, y pensamiento lento, que funciona con silogismos y racionalidad. Este último tipo de pensamiento exige un mayor esfuerzo y, en consecuencia, es usado con menos frecuencia. Sólo decisiones en las que percibimos un riesgo alto nos llevan a reflexionar y calcular variables. Votar o participar en política no parece ser una de ellas. Algunos dan por sentado que es un derecho y, en consecuencia, no lo valoran, mientras otros consideran que no importa a quién elijan, pues la realidad no tendrá un cambio sustancial.

¿Por qué en Colombia la abstención electoral ronda el 50%? Efectivamente, la participación política no puede limitarse al ejercicio del voto, debe ir más allá en temas de información, reflexión y discusión. Pero algo nos indica esta cifra de participación electoral, que además es bastante semejante a lo que sucede en la mayoría de países de América Latina (exceptuando, por supuesto, aquellos donde el voto es de carácter obligatorio). Como si compartiéramos una realidad política común. Una explicación puede estar del lado de la infravaloración de la imperfecta democracia en países como el nuestro, acostumbrados a ésta; otra puede estar del lado de la cultura y la desesperanza aprendida que mencionamos líneas atrás.

¿Qué hace que la gente se vincule y en consecuencia participe más activamente en política? Los datos dicen que la respuesta está del lado de la educación. Estudios al respecto encuentran el nivel de escolaridad como una de las pocas variables que reconocen alguna relación significativa con el tema de la participación política. A mayor nivel de escolaridad, menos probabilidad de abstención, o lo que es igual, mayor probabilidad de participación electoral. Veamos algunas cifras de participación electoral y escolaridad en Colombia:

¿Qué nos lleva a votar?. Carlos Andrés Pérez Múnera. Konrad Adenauer Stiftung – Centro de Análisis y Entrenamiento Político. 2016. Página 226.

Así mismo el Índice de Democracia Mundial realizado por la Unidad de Inteligencia del diarioThe Economist, se basa en sesenta indicadores agrupados en cinco categorías que son: proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, funcionamiento del gobierno, participación política y cultura política. Según este índice, Noruega y los países escandinavos son los mejor ranqueados, seguidos de Estados Unidos y Europa Occcidental. Colombia se encuentra en el puesto 51 entre 167 países en total, y en el puesto 11 entre los países de Latinoamérica, siendo considerada una democracia defectuosa.

La participación política es la variable en que nos va más mal a los colombianos, con una nota de 5 en una escala de 1 a 10. Esta mide temas como el nivel de abstencionismo, la cantidad de mujeres parlamentarias, la cantidad de personas que pertenecen a los partidos políticos y el alfabetismo electoral de los ciudadanos, entre otros. De modo que la participación política se convierte en nuestro principal “talón de Aquiles” para trabajar en favor de la democracia colombiana. En este sentido, cabría preguntarnos no sólo qué nos lleva a votar, sino también qué nos lleva a no votar, a no participar. ¿La falta de educación? ¿La desesperanza aprendida? ¿Las recurrentes mentiras de la clase política?

La Psicología y la Economía, a través de lo que recientemente se ha llamado la Economía del Comportamiento o Psicología Económica, parecen arrojar luces sobre el tema. Como las heurísticas se basan en algoritmos sencillos (secuencias de pasos) para la toma de decisiones, estos algoritmos pueden ser fácilmente manipulables. Heurística de representatividad, heurística de disponibilidad y heurística de anclaje, cada una con un principio activo clave para simplificar la elección. Los estrategas políticos lo saben, los políticos de profesión lo entienden y los ciudadanos lo padecen. Expliquemos brevemente cada una de estas heurísticas para entenderlo mejor.

La heurística de representatividad consiste en estimar la probabilidad de un evento B dado otro A. En política sucede, por ejemplo, cuando nos basamos en estereotipos para determinar el perfil de un candidato. Nos parece que, por ser gordo y de baja estatura, representa la corrupción y el clientelismo. La heurística de disponibilidad se refiere a que cuanto más accesible sea un suceso, más frecuente y probable parecerá. De modo que si, por ejemplo, tenemos un recuerdo fácil de una dictadura cercana, creeremos que es altamente probable que en nuestro país también se pueda dar otra dictadura, aunque las circunstancias sean muy diferentes. Y, finalmente, la heurística de anclaje o ajuste implica partir de un número o un criterio para luego desplazarse hacia arriba o hacia abajo haciendo que parezca plausible. En marketing se utiliza mucho para la fijación de precios, y en marketing político, por ejemplo, para parecer más o menos extremo en posiciones políticas. Si soy un candidato de derechas y quiero parecer más moderado, me vendría muy bien que aparezca otro candidato de extrema derecha.

Queda claro que usualmente no nos basamos en datos estadísticos para tomar decisiones, y la política hace parte de esto. Recurrimos a la escasa información con la que contamos mentalmente en el momento y tomamos posición. Debido a que así es el procedimiento habitual de los Homines sapientes colombianos, entonces la influencia de los medios de comunicación en la participación política es clave. Al centrar los medios de comunicación su atención en las malas noticias, los espectadores contarán básicamente con esa información y en consecuencia actuarán, algunos con rabia, pero la mayoría con tristeza,lo que conllevará la desidia, es decir a la parálisis o la inacción. Es un hecho que hay malas noticias en la política colombiana, no se puede negar, pero no son las únicas. Lo que sucede es que evolutivamente, no sólo en Colombialas malas noticias son más urgentes que las buenas, de modo que se consumen con mayor voracidad. La supervivencia de nuestros antepasados debía privilegiar la información peligrosa sobre la deseosa, y el rating lo demuestra.

Las buenas noticias, las optimistas, requieren búsqueda activa (las malas llegas solas), una  elaboración mayor y suelen representar una menor categoría intelectual. Nuevamente en términos heurísticos, el optimista se generaliza como un cándido, mientras que el pesimista se suele ver como un crítico sagaz. El pesimismo vende pero desestimula la participación política, en un círculo vicioso en el que las malas noticias llevan a que menos ciudadanos decidan postular sus nombres para participar, menos personas decidan salir a votar y así suelan seguir quedando los mismos políticos que nuevamente generan las mismas malas noticias.

Johan Galtung, director del Instituto de Investigación para la Paz de la Universidad de Oslo afirma: “Los medios de comunicación dan una imagen totalmente sesgada de la realidad, haciendo que la percepción de la realidad en el público se vuelva excesivamente negativa. Esto da forma a lo que la gente está haciendo. Y da forma a los políticos, los hace negativos, en lugar de poner énfasis en el bien de la sociedad que quieren construir. Se vuelven innecesariamente competitivos en lugar de ser cooperativos».

Stiven Pinker, tal vez el psicólogo vivo más reconocido de nuestro tiempo, cuenta cómo cada vez el tono utilizado por los medios al comunicar las noticias es más negativo. Y lo demuestra con cifras. Gracias al trabajo de Kalev Leetaru, científico de datos, quien aplicó una técnica denominada minería de opiniones a todos los artículos publicados en el diario Times entre 1945 y 2005, y a un archivo de artículos y programas de radio y televisión de 130 países entre 1979 y 2010, logró evaluar el tono  emocional de los textos, demostrando que tanto el Times como el resto de medios del mundo se han ido haciendo cada vez más negativos en su enfoque informativo desde finales de los setenta hasta la actualidad. 

Romper el círculo vicioso no es fácil pues no es cognitivamente económico, es decir, no es el camino fácil. Implica frenar la inercia y proponer la participación activa de comunicadores, publicistas, psicólogos y políticos, para que la política sea algo atractivo y seductor para losciudadanos. Algo que represente inteligencia, dignidad y orgullo para quienes participan desde las instituciones democráticas y desde el voto. Pensar, dudar y volver a pensar. Algo que los griegos consideraban parte fundamental de la naciente democracia en el siglo VI a.C. pero que con el pasar de los siglos ha ido desapareciendo y dejándonos exclusivamente en manos del showbusiness. Tal vez sea el momento de bajar un poco la velocidad, pensar despacio, comparar datos, investigar un poco más y reflexionar sobre nuestra responsabilidad con la democracia colombiana. Nadie podrá negar que tenemos noticias malas pero tampoco que tenemos noticias regulares y buenas. No todo es blanco o negro, no todo es pan y circo.

«Belisario Betancur, un hombre de letras seducido por la política».

Videocolumna de Carlos Andrés Naranjo Sierra, director de DIVÁN POLÍTICO, a propósito del fallecimiento del expresidente colombiano Belisario Betancur el día de hoy en la Fundación Santa Fe de la ciudad de Bogotá. Es de aclarar que para las elecciones presidenciales de 1970 se postuló como disidente de su partido puesto que el candidato oficial fue Misael Pastrana.

Bajada de pantalones de Antanas Mockus, ¿pedagogía o vulgaridad?

El domingo 29 de julio de 2018 estuvimos en el programa Verdad Plural de Teleantioquia, dirigido por la periodista y abogada Mabel López, hablando sobre la reciente bajada de pantalones del senador Antanas Mockus de la Alianza Verde, en la cual nuevamente el filósofo y matemático enseñó su trasero, como hace 25 año ante los estudiantes de Artes de la Universidad Nacional.

El motivo esgrimido esta vez por el burgomaestre de origen lituano, fue pedir silencio a sus compañeros congresistas para escuchar el discurso del saliente presidente del Congreso Efraín Cepeda. Algunas personas lo consideraron un acto vulgar y salido de contexto mientras otras acogieron la explicación de que se trataba de una acción pedagógica que funcionó.

El Representante a la Cámara León Fredy Muñoz, de la Alianza Verde y el especialista en estudios políticos y director de DIVÁN POLÍTICO, Carlos Andrés Naranjo estuvieron debatiendo al respecto en el programa político del canal regional y escuchando la opinión de los ciudadanos. A continuación algunas imágenes del encuentro:

La filosofía de la mina antipersonal para cuidar el antejardín

Por: Carlos Andrés Naranjo Sierra
Rejas con puntas, rieles con esquinas hacia la calle y latas con vidrios en los dinteles son un pequeño ejemplo del sinnúmero de trampas y barreras arquitectónicas con las que nos topamos a diario en el espacio público y privado de nuestras ciudades, unas con señalización y otras sin nada pero todas ante la mirada cómplice de las autoridades que hacen poco por evitarlo. Esta es la historia de mi reciente encuentro con esta indolente filosofía de la mina antipersonal en el hermoso municipio donde pasé mis primeros días de vida, La Ceja del Tambo.

Fui a llevar a un cerrajero que se encontraba realizando un trabajo en mi finca. Al llegar a su taller y acercar mi auto a la acera para que pudiéramos descargar sus herramientas, sentí el sonido de una llanta que se desinflaba rápidamente. Mi carro se detuvo y al bajar descubrí, con una mezcla de rabia y asombro, unos rieles ubicados junto al filete de la acera de la casa vecina, a la altura perfecta para romper las llantas y no ser vistos por los conductores. Un letrero al pie de la puerta de la casa rezaba: Camilo Naranjo, abogado IUE y su teléfono.

Debía tratarse de un error ¿Cómo podía ser posible que alguien a quien le han enseñado el valor de la ley por encima de las vías de hecho fuera a hacer algo así? ¿O, al contrario, era una advertencia para que nadie fuera a reclamar? Mientras Elkin, el cerrajero, y yo buscábamos cómo reventar el candado de la llanta de repuesto, pues para colmo de males no tenía la llave, llamé varias veces a la puerta y al teléfono para hablar con el señor, sin respuesta. Mientras pasaban camiones de alto torque por la calle 19, a punto de rayar el carro, terminamos de montar la llanta y pude partir a averiguar si la llanta tenía arreglo: ninguno.

Ante este tipo de acontecimientos solemos dejar que las cosas pasen. “Es mejor evitar problemas y perder el tiempo, dicen unos. Los colombianos hemos aprendido la desesperanza ante la denuncia, “vale más ponerse a voltear”, dice otros. Y los hechos parecen demostrarlo con un Estado que procura recibir lo más y hacer lo menos. Pero personalmente me resisto a creerlo pues sé que ante la desesperanza surge la violencia. Así que pasé la piedra de mi corazón a mi cerebro y me dirigí a la Inspección de Policía de La Ceja, de donde me mandaron a la Secretaría de Tránsito, quienes a su vez me enviaron a la Secretaría de Infraestructura, Ambiente y Hábitat. De allí me mandaron a internet a poner la denuncia en el sitio web de la Alcaldía, así lo hice. ¿Pasará algo? Espero que sí.

Hoy, 28 de agosto de 2017, pasé de nuevo por la ruta del abogado y al ver que salía una pareja de la casa del legista, detuve mi auto (ya en el otro lado de la calle, por supuesto), y fui a hablar con él. Le comenté del incidente de la semana pasada y de otros más que me habían referenciado ese día, con las mismas consecuencias: llanta reventada, inservible. Me dijo con voz pausada que sabía de eso, y luego me informó que los rieles los había instalado el anterior dueño de la casa, donde él vive desde hace un año, y que había decidido dejarlos para evitar que los camiones le dañaran el filete de la acera.

Le dije que entendía su problema pero que me parecía que la forma de solucionarlo generaba un perjuicio indiscriminado, tal como lo hace una mina antipersonal que explota sin importar a quién afecta. Además tampoco había un aviso que advirtiera del riesgo. Conductores, ciclistas y peatones corren el riesgo de tropezarse y lesionarse permanentemente. Le pregunté si estaría dispuesto a responder al menos por parte del valor de la llanta, y de nuevo, con una parsimonia que ahora se confundía con el cinismo, me respondió que no.

Me despedí y me fui pensando en que más allá de este incidente, lo lamentable no es la posición de este vecino de La Ceja, sino que suele ser la posición de muchos vecinos en nuestro país que con tal de defender lo suyo no tienen reparo en causarles daño, por acción u omisión, a los demás. Rejas con puntas afiladas, que por poco le cuestan la vida a un primo cuando éramos niños, escalas con pendientes para que el carro entre fácilmente así se resbalen los peatones, cercas electrizadas sin aviso y piedras en los antejardines para cultivar esguinces y un sin fin de objetos que además de invadir y hacer inaccesible el espacio público, nos mantienen, como sociedad, en la triste filosofía de la mina antipersonal: no importa a quien dañe mientras lo mío se mantenga bien.