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Nueva ley establece que cualquier colombiano puede ser donante de órganos

A partir del 4 de febrero, todo colombiano que en vida no haya expresado por escrito su negativa a donar órganos será considerado como un potencial donador según lo establecido en la Ley 1805 del 2016.

En Colombia, la donación de órganos está vigente desde 1988, pero la nueva ley ratifica esa presunción, pues excluye a los familiares del donante de tomar esa decisión, ahora solo podrá hacerlo cada persona.

¿Cómo puede negarse a donar sus órganos?

Por medio de una declaración ante notario público y enviándola al Instituto Nacional de Salud, también puede hacerlo, al momento de que se afilie a una EPS, expresando la negativa a ser donante.

La entidad tendrá la obligación de pasar esa información al INS, que desde que se legisló sobre el tema, tiene definido un mecanismo para recoger todos los datos.

¿Qué pasa con la familia?

Si la persona no deja una constancia de que no será donante, los familiares no podrán oponerse a la utilización de los órganos o los tejidos. Al momento de la muerte del potencial donante se seguirá llevando a cabo la entrevista a sus familiares para brindar apoyo ante el duelo e investigar sus antecedentes de salud e identificar si sus órganos son aptos para un trasplante.

¿Qué órganos y tejidos pueden ser donados?

El corazón, los pulmones, el hígado, los riñones, el páncreas e intestino. Entre los tejidos para donar están las córneas, piel, huesos, vasos sanguíneos; válvulas cardiacas, cartílagos, tendones y membrana amniótica.

 ¿Qué utilidad tiene esta ley?

Con ella se busca resolver una crisis de donación de órganos en el país, la tasa de donantes voluntarios es de 7,2 donantes por millón de habitantes en Latinoamérica el promedio es de 23 donantes por millón de habitantes.

Las personas que se inscriban como donantes tendrán prelación sobre otras, en caso de necesitar un trasplante, cuando se presente una compatibilidad médica y tengan el mismo nivel de gravedad.

¿Quiénes donan más?

El primer lugar lo ocupan los bogotanos, luego Antioquia, seguido de Valle Y Santander según el Instituto Nacional de Salud (INS).

Solo las instituciones de salud habilitadas y certificadas por la Red Nacional de Trasplantes pueden disponer de los órganos.

Con los órganos de una persona fallecida se pueden ayudar a 55 más. Actualmente en Colombia, aproximadamente 2.600 colombianos están en lista de espera para trasplante. Especialmente de riñón e hígado.

La ley como estímulo a la corrupción

Por: Carlos Andrés Naranjo Sierra
«Hecha la ley, hecha la trampa»
 dice un conocido adagio popular, muy mencionado en Colombia. Este hace referencia a que una vez que se dicta una norma, la gente inmediatamente busca como hacerle el esguince. Nuestros legisladores parecen no solamente saberlo sino también desearlo ¿Son idiotas y establecen criterios legales sin coherencia o hay intereses que buscan beneficios personales de una maraña normativa que hace prácticamente imposible su cumplimiento? Veamos.

Impunidad y corrupción

Puede ser que quienes establecen las normas, decretos y leyes sean idiotas, es decir, tontos o cortos de entendimiento, según la Real Academia Española. Esto es perfectamente posible en un país en donde quien no consigue trabajo se dedica a la política. Pero es bastante sospechoso que esos mismos idiotas, cuando promulgan una ley, soliciten exenciones, investiduras y fueros para evitar ser cobijados por ese mismo código. Su nivel de sagacidad y desfachatez deja entrever que la idiotez no parece ser la excusa, o esta tiene en nuestros políticos otros matices.

Pero si quienes legislan y ejecutan la ley lo hacen pensando en su beneficio particular, estamos entonces ante un escenario en donde la ley, lejos de proteger, agrede y vulnera los derechos de los ciudadanos. Las estadísticas parecen darle la razón a esta última hipótesis, que coloca a Colombia en los primeros puestos de impunidad judicial en el mundo, después de Filipinas y México (Índice Global de Impunidad 2015. Universidad de las Américas de Puebla) y en los últimos escaños, con un puntaje de 37 sobre 100, con uno de los más altos índices de percepción de la corrupción (Corruption Perception Index 2014. Transparency Internacional).

Leyes y penas

¿Necesitamos más normas y endurecer las penas? Si el asunto fuera de número de normas estaríamos en Colombia cerca del paraíso pues nuestro sistema judicial es uno de los más fecundos del mundo. Son tantas las leyes que en ocasiones se contradicen unas con otras, permitiendo que casi cualquiera pueda ser procesado por acción o por omisión, según la conveniencia. Si alguien decide entrar en el mundo de las candidaturas y el ejercicio político, podrá comprobarlo con facilidad.

Si el tema fuera de endurecer las penas, como proponen algunas iniciativas ciudadanas en casos como la pederastia o el secuestro, entonces deberíamos encontrar una relación entre los delitos con mayores penas y los menos cometidos pero la verdad es que no hay tal. Los estudios psicológicos tienden a demostrar que la eficacia de la pena está más en su certeza que en su gravedad. Aumentar las penas también implica un problema adicional y es que aumenta los subregistros y la corrupción, ya que la gente y las autoridades pagan y cobran por el silencio.

Impuestos y multas de tránsito

Uno de los casos más comunes y cercanos para la gente son los impuestos y las multas de tránsito, que en Colombia muchas veces rayan en lo inverosímil. Nuestros impuestos municipales y al consumo parecen no tener consideración con los gastos en vivienda, salud, educación y transporte que tenemos que asumir por nuestra cuenta los tributantes. En términos globales, nuestra Tasa Total de Impuestos sólo es superada por Argentina y Bolivia en Sudamérica (Paying Taxes 2014. Pricewaterhousecoopers).

En Bélgica, las multas por manejar hablando por celular o por no llevar puesto el cinturón de seguridad cuestan €50 (equivalente a $135.000), mientras que en Colombia esa misma infracción cuesta por lo menos $161.100, si se paga anticipadamente y se asiste a un curso, ya que el valor total es $322.000. Algunos dirán que los europeos son más educados que nosotros y necesitan menos coerción, pero la verdad es que las cifras no indican una disminución sustancial de las infracciones y si más bien, un considerable aumento de los sobornos a las autoridades policiales o de tránsito, unas de las principales beneficiadas con el aumento de las multas.

¿Y qué decir de otros cientos de organismos oficiales como las oficinas de Planeación o las Curadurías? La bien intencionada ley 400 de 1997 ha terminado cediendo ante los obsequios y donaciones non sanctas de personas naturales y empresas constructoras, que prefieren darle dinero a un empleado público, para que les eche una mano con la aprobación de su proyecto, que invertir en estudios y materiales adecuados. Claro, no siempre la culpa es de la ley, pero un ambiente corrupto estimula el incumplimiento sistemático de todas las normas y aumenta los costos para quienes están dispuestos a respetar la legalidad. Muchos abogados lo saben y también se lucran de ello.

Pocas leyes efectivas

¿Qué hacer entonces? Mi propuesta es simple: pocas leyes, con penas y multas razonables, abogando más por su cumplimiento que por su aumento. Hacer lo contrario es estimular al evasor, castigar al cumplidor y de paso llenar los bolsillos de cientos de personajes que se lucran de este círculo perverso. Puede ser que en estrictos términos económicos sea más rentable sobornar que cumplir pero no así en términos morales o sociales, los cuales también son un costo para todos. Sin normas sensatas, equilibradas y efectivas, los idiotas ganan y el resto, como siempre, seguimos perdiendo.

Sobre La ley como estímulo a la corrupción en Bajo La Manga

El 20 de mayo del presente año, el reconocido blog político antioqueño Bajo La Manga, publicó el artículo del Psicólogo y Especialista en Estudios Políticos, Carlos Andrés Naranjo Sierra, llamado La ley como estímulo a la corrupción. En el se devela el perverso nexo que existe, en ocasiones, entre la corrupción y el exceso de leyes.

Y es que son precisamente quienes legislan y hacen cumplir la ley, los que menos suelen cumplirla o más se benefician de su incumplimiento, por medio de chantajes o chanchullos. Tal como lo señala el autor: «si quienes legislan y ejecutan la ley lo hacen pensando en su beneficio particular, estamos entonces ante un escenario en donde la ley, lejos de proteger, agrede y vulnera los derechos de los ciudadanos».

Cuando estamos en frente de delitos atroces, instintivamente planteamos, en medio de la indignación, el endurecimiento de las penas y la aprobación de la pena de muerte. Desafortunadamente contamos con códigos legales con mucha hambre pero pocos dientes y los evasores de la ley lo saben, bien sea para amenazar a quienes no la cumplen en favor propio, o para incumplirla impunemente.

Por ello más que el endurecimiento y el aumento de leyes, el artículo de Naranjo aboga por pocas leyes pero efectivas. Sin su cumplimiento, la ley es letra muerta y así lo demuestran los análisis estadísticos al respecto «Los estudios psicológicos tienden a demostrar que la eficacia de la pena está más en su certeza que en su gravedad».